jueves, 21 de agosto de 2008

Libertad 1 ®



No puedo dejar de preguntarme ¿Qué es eso que estás sintiendo?
¿Acaso no es suficiente con mirarse al espejo y verse distinto?
¿Acaso es necesario escuchar por enésima vez la misma canción para entender que nada cambió desde la última vez?
¿No es cierto que no?
Planificar, delante de un árbol, observar como caen las hojas… una a una, hasta que no queda una. Todo un invierno observando, como muta la herida del narcisismo y no remediar nada… solo observar y verse rodeado de hojas secas y sentir… libertad.
La libertad que teme, porque a la vuelta nos espera la hoja llena de símbolos indescifrables, que se va dejando descubrir con el transcurrir.
Como una sopa de letras la embriaguez nos muestra al mundo. Y a la resaca del nuevo día, no encontramos con las sombras de lo que quisimos Ser.
¡Albricias! Y hasta que dijimos la palabra mágica: Ser.
Sentir, ser. Y el espejo en el medio, forzando al intelecto a salir de su mudez.
Las palabras como gestos de una mudez aprendida, las palabras salen, solo que el espejo las devuelve incomprendidas

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Y que pasa? ®



¿Quién alcanza a cubrir el espacio incompleto de la sala, justo en la noche en que hace falta? ¿O acaso era de esperarse que la tragedia inunde como un flash que enceguece los ojos del que posa feliz, a sabiendas de un amor herido y que no sabe como entrar en esa herida para curarla y aislarla de todo aire viciado? La humedad cae en sus distintas formas: El rocío que resbala en los adoquines de una ciudad amanecida; el sexo arrumbado y el placer desconocido ya de tanto permanecer quieto, errante, repetitivo.
Y no hay mas caso ni cosa que hacer. Se desprende la materia como una estrella fugaz, muerta mucho y mucho antes de que la observamos atravesar el cielo.
Y en coincidencia con todo lo que nos conmueve: Irrumpe en la penumbra como un cachorro inquieto la paz que nace y necesita ser cuidada, alimentada y querida.
¿Y que pasa si no entendemos lo que pide? ¿Y que pasa si pasa de largo y no entendimos, si no nos dimos cuenta, si obviamos el momento y se hace agua en lágrimas vertidas sin razón y sin sustento? Será el comienzo de un periplo inesperado que nos lleve como una musa desahuciada que como un alma que no encontró su lugar habita un cuerpo equivocado y no halla paz ni sosiego.
¿Habrá tiempo de desandar el camino y satisfacer al payaso antes de que su lágrima quede estampada para el acto final?



Julio 09, 2008

martes, 5 de diciembre de 2006

apóstata ®

apóstata ®


hendido en el recelo
anhelando el vacío
que
parece retorna
como una esponja
llenándose
de nada



set ´05

Broches ®





Todo así, todo agarrado en el aire, pendiendo de un hilo.Hay que ser un mago para darse cuenta, para encontrar donde están las cosas.Me cansé.Quisiera ahorrarme las palabras pero si no te lo digo ahora me vuelvo loco. Ahora que estamos lejos y tomo distancia me doy cuenta de todo, de que nada era como yo creía, que viví como en un sueño, en una burbuja y claro la burbuja se rompe, se pincha. Flota un rato, alegre, brillante, sube, busca el cielo, se mezcla con otras, porque evidentemente no soy al único que le pasa, juega, se expande, se expande y claro: Revienta.Y acá estoy, pedacitos de esa burbuja. Acá estoy mojado y tembloroso como un cachorro recién bañado.¡La pucha!, de haber sido yo el mago no hubiera caído en ese estado. Y encima la gente, mis amigos que me decían: ¡Que bien se te ve! ¡Como se nota que estas enamorado! ¡Cobardes! eso son. Ninguno se animó a decirme que todo era un engaño y que solo fui un trampolín que usaste para agarrar otra y otra y otras burbujas que como yo flotan pendiendo de un hilo. Agarradítas de broches.
Pero ya pasó y ahora que me doy cuenta y de onda te lo digo y en tal caso podríamos conversarlo. Además de la ropa de la soga que era mía y te llevaste. ¿Podrías devolverme la tele, la radio, el walkman, las toallas y todas las cosas que se pueden devolver? Ya que las otras que te , te las dejo, ya están usadas y gastadas. No las quiero más.


Noviembre 2003

De cómo una hormiga negra llego a ser reina de las hormigas coloradas ®



El colectivo 32 en que yo viajaba ese martes dobló casi en dos ruedas provocando que todos los pasajeros al grito de “oleeeeee” nos inclináramos hacia la izquierda del transporte automotor.
Un perro blanco, con una mancha marrón en el lomo que cruzaba la calle en ese mismo momento apuro un poco el paso al ver la maniobra del colectivero, pero se asustó mas al escuchar el soplido de los frenos (que son a aire) y ahí sí, pegó un salto hacia el parque, porque justo ahí hay un parque. Un hombre joven que venía trotando en pantalón corto gris, remera azul suelta y un buzo azul colgado de los hombros, miró al perro como quien dice “que lindo perrito”, eso hasta que el perro dio el salto haciendo que el trotador joven distrajera su marcha tropezando con una hendidura de la vereda rota por donde crece el pasto que, mojado por el rocío de la tarde puede resultar, y a las pruebas me remito con este caso, un verdadero fastidio.
La hormiga negra en cuestión (que de eso al final venimos a hablar) rompió la monótona fila en la que iban llevando hojas, atraída por la hoja de una planta que vibraba por la cercanía del colectivo.
El joven hombre resbaló y cayó sobre su rodilla derecha, permitiéndome ver desde el colectivo y en directo el momento en que la gota de sangre cayó, roja, espesa, caliente sobre la hormiga que solo atinó a sacudirse esparciéndola por todo su cuerpo.



Junio 2004

No es tan fácil tomar sol ®


Una vez mas el sol me invita a no hacer nada, solo leer y dejar que el calor me envuelva como en un microondas. Aunque me tilden de histérico o de como dice mucha gente “si no quiere a los animales debe ser mala persona”, debo confesar que no soporto a los bichos, entre ellos a las chicharras que gritan en el árbol debajo del cual estoy sentado, entonces les tiro un par de piedras para espantarlas y aparentemente logro mi cometido ya que por lo menos hacen silencio. Dejo la lectura ya que el sol brilla como si en ese momento la tierra ascendiera o el mismo astro bajara hacia donde estoy.
Calor, calor, si, que lindo, que sopor, que ardor, me pica, la pierna, el empeine, el talón. El protector solar que esparcí en mi cara parece cumplir su función ya que la cara no me arde pero si las otras partes expuestas. Pienso que el pie, lugar tan poco ventilado de mi cuerpo esta sintiendo el efecto y así lo hace notar, ardiendo, picando. Pero no, unos bichitos revolotean. Bichitos que podría catalogar como mosquitos por la forma aunque un poco más grandes, pero bastante más pequeños que las moscas. Dejé a uno que se poso en mi pierna, osado, me dije, para observarlo mas en detalle. No dejaba de agitar sus alas verdosas con rayas grises, las patas como con galochas amarillas ¡Terrible bicho!, pensé. El tiempo de observación fue suficiente para que mi visitante hunda su trompa en mi carne y pique, pique y pica, como pica. Zas!, lo maté. Muerto en el suelo pude observarlo mejor. Mezcla rara de mosquito y dragón mitológico lo único que logró fue distraerme para que una mosca enorme y verde azulado picara mi talón derecho irritándome hasta la histeria total.La tarde placentera se transformó en una batalla campestre en contra de los bichos que parece esperaban a algún cuerpo caliente donde poder comer hasta saciarse. Quise matarla de una palmada pero mi mano al chocar con mi pierna solo hizo que se espante con mayor velocidad al golpe, tome el diario y la seguí enloquecido, cegado por la venganza. La seguí casi corriendo, como era un bicho bastante grande podía visualizarlo con facilidad, se metió en el galponcito del fondo, entré, creí tenerla arrinconada por fin, pero ante mi asombro y evidentemente el del mismo bicho, me topé, nos topamos con una enorme tela de araña. Pude frenarme a tiempo, pero el bicho no y ahí quedó atrapado.
De entre unos cartones polvorientos apareció majestuosa una inmensa araña, peluda, radiante. Alejé mi cabeza asombrado y retrocedí temeroso unos pasos. La mosca resistía intentando romper la tela que supongo era de unos buenos hilos ya que el bicho era bastante grande y se movía con desesperación. En ese momento pensé que yo tenía el poder de cambiar el curso del destino de la (ahora) pobre mosca, que si bien me había picado antes y la seguí hasta ahí para vengarme, mi enojo había desaparecido, transformándome en su aliado ya que ahora era ella la más débil. Pero tenía que actuar rápido. Supongo que la araña me vio ya que se quedo como el margen de la tela y no avanzaba, a la vez pensé que estaría ejerciendo un poder hipnótico a su presa y que este estaba dado por la imagen de que ella emana, ya que solo por su presencia su tamaño, el color de sus pelos, toda su apariencia inspira temor, respeto y porque no también admiración. Virtudes estas que entre personas hace que nos quedemos atrapados, mudos, absortos sin necesidad de ninguna tela adherente. Pero no hice nada y quizás la araña evidenciando la relajación de mis músculos y el cambio de mi gesto, apoyando por fin los talones en el suelo, dejando que la sorpresa pase a ser observación de la escena que iba a comenzar en cualquier momento. De última porque debería cambiar el curso de las cosas. La mosca es para la araña un alimento y hasta mi sangre en su interior, digo, la que me succionó, sería ahora transfusionada al arácnido que en el mismo momento en que pensaba todo esto, avanzó sobre su tela moviendo en sincronía sus patas como en una danza estudiada y practicada no solo porque de esa forma puede caminar sino porque vista desde mi posición daba un espectáculo acrobático agregando un condimento mas para no ser muerta. Sabe que el mas mínimo de mis golpes puede terminarla a ella y a toda la escena. Pero evidentemente sabe también que nada de eso haré y se dispone a acercarse a la mosca que se quedó quieta por fin, quizás resignada a una muerte próxima o quizás ya alcanzada por ese poder hipnótico el cual creí percibir los primeros instantes. Una vez cerca de la mosca, el arácnido quedo estático para luego con un movimiento casi imperceptible la envolvió en una tela que le salía de la cola, panza o como se llame la parte gorda de la araña. La escena me lleno de estupor y me dieron unas enormes ganas de vomitar. Recordé esos documentales de la televisión donde pasan a los animales en la selva y te cuentan: “Ahora veremos como la hambrienta leona da caza a la indefensa gacela”. Y los degenerados muestran como dan muerte a un cachorro de lo que sea, a tortugas recién nacidas, lobos bebes, focas, cocodrilos o lo que sea. Es tan monstruoso como las imágenes de la guerra de Irak en directo. Pero así somos los humanos y así lo hacemos saber al mundo, entonces esos supuestos programas “educativos”, pretendiendo hacer conocer el reino animal, lo único que muestran es “así somos los humanos, nos deleitamos mostrando como se matan los unos a los otros y sobre todo como matan a los mas indefensos, o acaso no mostramos la crudeza de la guerra en directo para que sea irrefutable la muestra de como se aniquila al mas malo de la película y que quede claro quien es el que salva al mundo de la amenaza de los indignos y que la historia cuente como se libera de los malos a la humanidad” Pero así somos los humanos y la araña sabe todo esto y “sabe” que no me voy a ir aunque me den arcadas. “Sabe” que no me alejaré de la “pantalla” porque acá tampoco se ve sangre y aunque se vea, que más puede agregar, si la muerte no solo es sangre, la muerte se presenta de tantas maneras que no alcanza la vida entera para entenderla. Y la muerte ajena siempre tiene esa virtud de mostrarse así, ajena.


Marzo 2004

domingo, 12 de noviembre de 2006

Intrografía ®


A pesar de sus treinta y dos años, sostenía haber vivido lo suficiente como para seguir poniéndose a prueba cotidianamente. Decidió vivir con lo que tenía; que si bien no era mucho, por lo general le alcanzaba. Y cuando no, sabía como conseguirlo.
Desde siempre fue un aficionado a la fotografía. Tenía cientos de ellas, todas clasificadas y guardadas, -Como debe ser-, decía.
Tenía una de cuando los militares sacaron a palos a la gente de la Plaza de Mayo, aquel 30 de marzo de 1982.La había titulado: “El mundo hierve y vos lo mirás por la ventana”.
Sí, era un aficionado a la fotografía, pero esa afición de pronto se transformó en una obsesión. Decía que cuando algo te gusta demasiado no es para nada malo transformarlo en una obsesión ya que obsesionarse es señal de que estás vivo, con la sangre caliente, y listo para vivir lo que te gusta y elegiste al máximo. Lo complicado es cuando la obsesión se transforma en enfermedad y esto es lo que le paso a Lucas.
Vivía solo, luego de dejar la casa materna y de cortar una relación de tres años con su última obsesión, -hasta que venga otra-, solía decir.
Se dedicaba horas enteras a observar sus fotos. Sobre todo las de cuando era niño y estaba en la playa, -El mar es lo máximo-, decía.
Tanto se concentraba, que vivía nuevamente la escena como si estuviera sucediendo en ese preciso momento. Llegaba a encontrarse en el borde de la cama convencido que estaba practicando surf como en la foto, peor aún; terminaba mojado y con manchas de sal en las piernas.
Hechos como este fueron repitiéndose. Estar colgado del ventilador de techo, era ya habitual, con las fotos de cuando fue al sur de alpinista. Descubrió el hecho y aunque llamó su atención, le restó importancia porque se divertía mucho. -Quién no quiere volver a ser un chico o nadar en Pinamar en pleno invierno-, se justificaba.
Cierto día, tirado en la cama, observó que por debajo de la puerta del placard salía agua, -Será la humedad, dijo sonriendo.
Se levantó y abrió la puerta. En ese lado del placard guardaba las cajas de fotos. Increíblemente, el agua salía de ellas. Observó las etiquetas: “Montañas”, “Escuela”, “Fiestas”. Pero el agua salía de la caja que decía: “Playa”.
Continuó sonriendo, -Claro, a esta hora sube la marea. Esta caja estaba abajo de todas las otras. Al sacar las de arriba, el agua salía más y más.
Al llegar a la caja “Playa”, salió una inmensa ola que lo baño por completo. Recibió el remojón como lo más natural del mundo.
Las fotos flotaban por toda la habitación; Lucas estaba en el mar y el agua le llegaba a las rodillas. Entonces empezó a nadar y mientras pescaba una a una las fotografías a lo lejos sonó un teléfono.
En la playa había una caseta telefónica, tenía que salir del agua e ir hacia la playa. Abrió la puerta, llegó al comedor y atendió. -Hola Lucas, soy Marcela ¿estas bien?
-Ah, hola Marce si, estoy bien, ¿qué pasa?
-¿Cómo que pasa? Son las tres de la tarde y como no viniste a la oficina ni llamaste, queríamos saber si te había pasado algo.
-No, lo que pasó es que me sentí mal, pero ahora voy para allá.
-No, si te sentís mal no vengas y menos a esta hora.
-Tenés razón, nos vemos mañana.
Volvió a la habitación. Se sentó en la cama y meditó un momento sobre lo ocurrido. Seguramente todo fue producto de su imaginación o de su locura, pensaba Lucas, ya que no había agua que le llegase a las rodillas. Pero todo estaba mojado y con manchas de sal, y las fotos tiradas por todas partes.
Se dio un baño, tomó un café y ordenó todo en su lugar,
Salió a caminar, entró en un bar y pidió una cerveza. Bebía y recordaba lo sucedido, -El mar es lo máximo-, se dijo. Acabó la botella y enseguida otra y otra más. Se paró para irse y al sacar la billetera del bolsillo vio que no llevaba dinero encima, solo una foto de cuando era chico y estaba en la playa. Quedó atrapado por la imagen, la observaba, la observaba. -El mar es lo máximo-, se dijo nuevamente.
Cuando el mozo llegó a la mesa, solo encontró una foto.
Lucas corría desnudo hacia el agua.®


(1990 o por ahí)

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