martes, 5 de diciembre de 2006
No es tan fácil tomar sol ®
Una vez mas el sol me invita a no hacer nada, solo leer y dejar que el calor me envuelva como en un microondas. Aunque me tilden de histérico o de como dice mucha gente “si no quiere a los animales debe ser mala persona”, debo confesar que no soporto a los bichos, entre ellos a las chicharras que gritan en el árbol debajo del cual estoy sentado, entonces les tiro un par de piedras para espantarlas y aparentemente logro mi cometido ya que por lo menos hacen silencio. Dejo la lectura ya que el sol brilla como si en ese momento la tierra ascendiera o el mismo astro bajara hacia donde estoy.
Calor, calor, si, que lindo, que sopor, que ardor, me pica, la pierna, el empeine, el talón. El protector solar que esparcí en mi cara parece cumplir su función ya que la cara no me arde pero si las otras partes expuestas. Pienso que el pie, lugar tan poco ventilado de mi cuerpo esta sintiendo el efecto y así lo hace notar, ardiendo, picando. Pero no, unos bichitos revolotean. Bichitos que podría catalogar como mosquitos por la forma aunque un poco más grandes, pero bastante más pequeños que las moscas. Dejé a uno que se poso en mi pierna, osado, me dije, para observarlo mas en detalle. No dejaba de agitar sus alas verdosas con rayas grises, las patas como con galochas amarillas ¡Terrible bicho!, pensé. El tiempo de observación fue suficiente para que mi visitante hunda su trompa en mi carne y pique, pique y pica, como pica. Zas!, lo maté. Muerto en el suelo pude observarlo mejor. Mezcla rara de mosquito y dragón mitológico lo único que logró fue distraerme para que una mosca enorme y verde azulado picara mi talón derecho irritándome hasta la histeria total.La tarde placentera se transformó en una batalla campestre en contra de los bichos que parece esperaban a algún cuerpo caliente donde poder comer hasta saciarse. Quise matarla de una palmada pero mi mano al chocar con mi pierna solo hizo que se espante con mayor velocidad al golpe, tome el diario y la seguí enloquecido, cegado por la venganza. La seguí casi corriendo, como era un bicho bastante grande podía visualizarlo con facilidad, se metió en el galponcito del fondo, entré, creí tenerla arrinconada por fin, pero ante mi asombro y evidentemente el del mismo bicho, me topé, nos topamos con una enorme tela de araña. Pude frenarme a tiempo, pero el bicho no y ahí quedó atrapado.
De entre unos cartones polvorientos apareció majestuosa una inmensa araña, peluda, radiante. Alejé mi cabeza asombrado y retrocedí temeroso unos pasos. La mosca resistía intentando romper la tela que supongo era de unos buenos hilos ya que el bicho era bastante grande y se movía con desesperación. En ese momento pensé que yo tenía el poder de cambiar el curso del destino de la (ahora) pobre mosca, que si bien me había picado antes y la seguí hasta ahí para vengarme, mi enojo había desaparecido, transformándome en su aliado ya que ahora era ella la más débil. Pero tenía que actuar rápido. Supongo que la araña me vio ya que se quedo como el margen de la tela y no avanzaba, a la vez pensé que estaría ejerciendo un poder hipnótico a su presa y que este estaba dado por la imagen de que ella emana, ya que solo por su presencia su tamaño, el color de sus pelos, toda su apariencia inspira temor, respeto y porque no también admiración. Virtudes estas que entre personas hace que nos quedemos atrapados, mudos, absortos sin necesidad de ninguna tela adherente. Pero no hice nada y quizás la araña evidenciando la relajación de mis músculos y el cambio de mi gesto, apoyando por fin los talones en el suelo, dejando que la sorpresa pase a ser observación de la escena que iba a comenzar en cualquier momento. De última porque debería cambiar el curso de las cosas. La mosca es para la araña un alimento y hasta mi sangre en su interior, digo, la que me succionó, sería ahora transfusionada al arácnido que en el mismo momento en que pensaba todo esto, avanzó sobre su tela moviendo en sincronía sus patas como en una danza estudiada y practicada no solo porque de esa forma puede caminar sino porque vista desde mi posición daba un espectáculo acrobático agregando un condimento mas para no ser muerta. Sabe que el mas mínimo de mis golpes puede terminarla a ella y a toda la escena. Pero evidentemente sabe también que nada de eso haré y se dispone a acercarse a la mosca que se quedó quieta por fin, quizás resignada a una muerte próxima o quizás ya alcanzada por ese poder hipnótico el cual creí percibir los primeros instantes. Una vez cerca de la mosca, el arácnido quedo estático para luego con un movimiento casi imperceptible la envolvió en una tela que le salía de la cola, panza o como se llame la parte gorda de la araña. La escena me lleno de estupor y me dieron unas enormes ganas de vomitar. Recordé esos documentales de la televisión donde pasan a los animales en la selva y te cuentan: “Ahora veremos como la hambrienta leona da caza a la indefensa gacela”. Y los degenerados muestran como dan muerte a un cachorro de lo que sea, a tortugas recién nacidas, lobos bebes, focas, cocodrilos o lo que sea. Es tan monstruoso como las imágenes de la guerra de Irak en directo. Pero así somos los humanos y así lo hacemos saber al mundo, entonces esos supuestos programas “educativos”, pretendiendo hacer conocer el reino animal, lo único que muestran es “así somos los humanos, nos deleitamos mostrando como se matan los unos a los otros y sobre todo como matan a los mas indefensos, o acaso no mostramos la crudeza de la guerra en directo para que sea irrefutable la muestra de como se aniquila al mas malo de la película y que quede claro quien es el que salva al mundo de la amenaza de los indignos y que la historia cuente como se libera de los malos a la humanidad” Pero así somos los humanos y la araña sabe todo esto y “sabe” que no me voy a ir aunque me den arcadas. “Sabe” que no me alejaré de la “pantalla” porque acá tampoco se ve sangre y aunque se vea, que más puede agregar, si la muerte no solo es sangre, la muerte se presenta de tantas maneras que no alcanza la vida entera para entenderla. Y la muerte ajena siempre tiene esa virtud de mostrarse así, ajena.
Marzo 2004
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